Papá sonríe y mamá hace lo mismo apenas lo ve.
Había nacido completa. Entera había llegado a llenar el mundo.
Entonces, ¿de donde venían esos huecos que se encontró más adelante cuando en los recuentos que le hacían los demás era imposible decir que estaba completa?
Estaba llena de ausencias. Había quedado incompleta después de llenar al mundo.
De alguna forma todos nacemos enteros y nos agujereamos más adelante como un colador. Hasta que algún día a todos se nos ocurre la idea absurda de que el amor y solamente el amor, puede llenar esos agujeros y dejarnos tan completos como cuando papá le contaba los dedos y terminaba la cuenta con una sonrisa.
Hay algo más para decir. El amor que llena los huecos de los que estamos hechos no es el que recibimos, no es el café que nos hacen por la mañana, ni el abrazo por la espalda del enamorado que sorprende, ni la canción que le escuchas cantar. El único amor que llena las ausencias de las que estamos deshechos es el que se entrega. Es el café que haces, el abrazo que das, es la canción que cantas.
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