Monday, March 16, 2015

A Tito Rojas Song plays in my Heart


Me gusta el olor a tierra caliente. Ya sé que la temperatura no puede oler a algo, tal vez es sólo el recuerdo de un olor cuando bajaba la ventana del carro durante los viajes en carretera y sentía la piel de mi cara como si me hubiera asomado al fogón. Es el recuerdo de un olor a lluvia trasnochada con plátano y flores. Los olores son una cosa loca de describir, tan fácil es sentirlos cómo dificil es hablarlos. No sé explicar bien a qué me huele la tierra caliente pero es un olor agradable porque viene adjunto a uno de los recuerdos más bellos de mi vida. Es el recuerdo de bajar la ventana mientras papá manejaba y sin soltarle la mano a mamá, le cantaba esa canción de Tito Rojas que dice:

"Con defectos y manías yo la quiero solo mía, moriría si me falta algún día. 
Es mi mujer que puedo hacer, yo la elegí una entre mil y así la quiero, 
Es mi mujer qué puedo hacer, tan especial que nunca nunca habrá otra igual"

La segunda estrofa papá la cantaba con cara de pánico::

"Quien la ama he sido yo 
Cuando esta sin maquillaje" 

Mamá se reía y yo, volteaba los ojos indignada. Luego me asomaba a la ventana, ponía mi cara al fogón y sentía el viento olor a lluvia, plátano y flores. Volvía mi cabeza al carro y encontraba a mi hermano durmiendo sobre la almohada que estaba en mis piernas. Guardo el recuerdo del pelo corto y liso de mi hermano, de mi mamá con el saco todavía puesto cuando ya íbamos llegando a Melgar y de la horrorosa balaca deportiva color blanco que llevaba mi papá en la cabeza, recuerdo su bigote, su voz. Recuerdo mirar a las montañas y pensar que estaba en el mejor carro del mundo escuchando la mejor música jamás escuchada. Recuerdo también mis medias blancas de margaritas tejidas que me dejaban una sombra roja en la piel, recuerdo todo, todo lo que extraño.  Guardo dentro de mi el recuerdo del olor a tierra caliente, que me gusta tanto, tanto, que cada vez que me lo encuentro, me arden los ojos, me da un huelco el estómago y siento que es el único olor que mataría por respirar. 


Aterrizar


Me subo al avión y me doy cuenta de lo mucho que han dejado de parecerme naves espaciales con el tiempo. Después de volar en varias ocasiones durante más de 15 horas seguidas, cada vez me siento más en un bus y no en una película de Star Treck. Busco un lugar en el gabinete superior para mi equipaje de mano y pienso con melancolía ajena (porque tengo apenas 20 años) en la época dorada de viajar, cuando la gente se ponía su mejor traje, ellos venían de corbatín y ellas de vestido largo a tomar champaña y comer langosta en un viaje local de menos de dos horas. Ahora todo es distinto, no necesariamente peor sino sólo distinto. Ahora es mucha más la gente que puede volver a su casa o huir de ella de forma casi rutinaria. Independientemente de que vaya en jeans y comiendo un sándwich de cartón, pienso mientras me abrocho el cinturón que me gusta mucho esa sensación de moverme en quietud, de saber que avanzo por los aires a miles de kilómetros por hora sin mover un dedo. Así vaya en un bus, me encanta la sensación de volar porque realmente no se siente, sólo se sabe. Me hago más consciente cuando subo la ventana de plástico y veo ese cielo infinito que no contiene ni significa nada en realidad, es un cielo vacío que le da a uno la sensación de no estar en ningún lado. Es en ese andar sin moverse a través del cielo vacío cuando uno deja de reconocerse y se da cuenta de lo mucho que viajar transforma. Pero nunca nos transforma en otros, porque mientras desconocemos quienes éramos en la pista de despegue, sentimos que encajamos mejor en la propia piel. Es como si la tierra nos alejara de nosotros mismos, y al viajar nos olvidáramos de todo eso que nos aleja para poder volver por fin a nosotros. Viajar es un eterno retorno. Qué curioso tener que irse para poder volver a uno mismo y qué extraño que apenas uno llegue a su destino, que apenas uno se encuentre, tenga la añoranza de querer regresar. Extrañar como loco su cama, la primera imagen de su techo al despertar, el mismo cielo de siempre, su gente,  su sazón, su tierra, pensar solo en volver a ese lugar así uno se sienta alejado, alienado, desencajado de su propia piel.