Wednesday, December 17, 2014

La otra


Maldita engreída esa mujer que tiene nuestra misma vida pero la vive con tanta gracia que todo lo que hoy nos daña, a ella le es ajeno. Antes de quedarme dormida siempre la veo, soy yo pero no lo soy, es ella con mi misma piel pero con otros ojos. Su cuarto es mi cuarto, pero el de ella no tiene una mano de zapatos debajo de la cama ni tiene los libros a medio leer atiborrados en una esquina y sobre el piso. Ni hablar de cómo se ve, es mi misma cara pero tiene los pómulos marcados a falta de cachetes, tiene las pestañas más largas y las piernas siempre suaves, tiene los dientes de un blanco virgen y el cabello desenredado. Su prolijidad va muy bien con su carácter, una personalidad mansa pero no aburrida, es graciosa sin intentarlo, no se le ve nunca amargada ni deprimida, y es noble, del pelo a los pies su belleza solo es un adorno a su nobleza. Le digo 'la otra' con rencor, porque es la que me roba lo que es preciado para mi. Esa otra no me deja ser, ni me deja ser feliz con quien soy. A fin de cuentas, ella soy yo pero cómoda con el hecho de serlo.  

Nosotras mismas somos la otra y si sentimos celos, son celos a esa mujer que duerme dentro de nosotras pero no podemos despertar por infinitas razones. Porque nada más querer intentarlo es muy difícil, porque primero cambiamos la tubería del lavaplatos antes de cambiar al chocolate de la base de la pirámide alimenticia. Porque nos da sueño, todo nos da mucho sueño y nada es tan rico como meterse bajo esas sábanas frías que contrastan con las cobijas calientes y cerrar los ojos mientras nos mecemos en esa lucesita tenue que nos invita a dejar de estar por un rato. Pero siempre hay un despertar y en ese despertar hay destellos, momentos, odiosos momentos, en los que vemos a la otra, la que no siente sueño, la que no es dulcera, la que nos sonríe con ángel mientras uno la mira desde el podio del miedo. Y entonces, nos damos cuenta que todo esto no es más sino un desdén hacia la imposibilidad de hacer lo mejor con nuestra vida, que es lo mismo que un desdén a nuestros errores, que son tan nuestros que convierten eso en un desdén hacia nosotras mismas.    

Escribirlo, leerlo y sentir algo, sólo pensarlo es desagradable. Tan desagradable que corremos a decir que es imposible, que uno no se puede odiar, que esos son los otros, los psiquiátricos, los deprimidos. 'Yo no me odio'.  Pero aún así, aunque sea mentira ese desdén y lo digamos en voz alta, no sobra hacer las pases con la otra, porque todas tenemos una otra que es igualitica a nosotras pero mejor. Entonces yo me pongo la mano en el pecho, dejo de lloriquear para que la quijada me deje de temblar y cierro los ojos para ver a la otra, que es como yo pero sin los ojos hinchados y sin los mocos por fuera, ella se para derecha y levanta la cabeza, no como yo. La miro directo a pesar de su aura intocable y le pregunto sí quiere ser mi amiga. Yo sé que no soy tan graciosa, y mis piernas están flácidas, sé que no uso hilo dental todos los días y que me da muchísima pereza ordenar el cajón de cargadores que esta en mi cuarto, pero que aún así la invito a que sea mi amiga, porque yo tengo algo que ella no: Vida, yo tengo algo que la idea perfecta de mi misma no tiene y eso es la vida. 

Ella acepta y soltamos unas risitas.  Me reconcilio con la otra y la sigo viendo, y la sigo pensando pero ya no la odio, ya no me da envidia cuando la veo antes de irme a dormir. Me dejo convencer por su encanto y lo buena amiga que es y empiezo a imitarla de a pocos, me desenredo el cabello con amor, me levanto a hacer ejercicio sin darme permiso para pensar, uso hilo dental en cada cepillada aunque me esté muriendo del sueño. Poco a poco empiezo a dejarme influenciar por su personalidad contagiosa y mis chistes ahora sí me dan risa y me como un pedacito de chocolate y guardo el resto para después, y las cobijas me estorban. Aunque hay cosas que nos hacen diferentes y nos separan, me gusta que existan porque qué mamera no tener nada de que hablar, qué pereza no tener algo con lo cual echarle en cara molestando que yo si estoy viva. La otra ideal y yo con toda mi realidad encima, nos hacemos hasta las trenzas y el desdén  no existe más y solo cuando veo que ya no existe, soy capaz de admitir que alguna vez si lo hizo, que algún día, hoy lejano, si existió.   


Monday, March 3, 2014

Cuidar el corazón

Yo fui de esas mujeres jóvenes que provocaba en sus amigas el deseo de agresión física para despertar a la realidad de un mal amor. Ya se me ha quitado la vergüenza de admitir que yo fui esa mujer que mendigó afecto, que no puso límites de ningún tipo ni al amor que sentía ni a la manera como el la amaba y que le daba vuelta a este mundo al derecho y al revés en función de el, de verlo, hablarle, escribirle, y sentirlo mal que bien, parte de su vida. Uno empieza a hacer las cosas diarias por un man, y a dejar que el sea un motor para las decisiones rutinarias y sabe que está jodida. "Me voy a conectar hasta tarde para que no piense que solo hablo con el", "Mejor no me como ese chocolate", "Voy a ir allá a ver si me lo encuentro", por ejemplo. Yo me inventé tareas y trabajos (que terminé haciendo) para pedirle favores a mi traga, me hice golpear de una bicicleta como una enferma mental para que el me cuidara, salí con Pepito y Perenganito para darle celos y me hice la borracha y la sobria igual número de veces. Hasta que aprendí a no hacer cosas por el, sino por mí. Es difícil cambiarse el chip pero es cuestión de instinto de supervivencia y tarde o temprano todas llegamos allá. En ese mismo tiempo es que uno entiende que enamorarse es inevitable pero perder la dignidad es opcional, y que ese cuentico de quererse a uno mismo para querer a alguien más, es de la vida real. 

Aprender a decirle al que no venga a querernos que tampoco venga a complicarnos la vida, es evitar caer en esos amores sin  forma, ni pies ni cabeza, donde uno ni sabe qué responder cuando le preguntan 'Como van?'. Son esos amores en los que uno sufre sin la más mínima y remota idea de por qué. 
Con las experiencias aprendí a hacerme la difícil y tan bien lo aprendí que me volví así. Fake it till you make it. Aunque al principio no hay nada más complicado que hacerse a difícil con alguien que te gusta mucho, uno entiende que es como ahorrar, como sacrificar el placer inmediato de entregarse ya a ese amor por un placer futuro mucho mayor. Puede ser el placer de una relación que se construyó paso a paso según las instrucciones, que tiene más retorno porque al perderlo se arriesgaría demasiado, y si no resulta así, se tiene el placer de haber hecho lo posible desde el inicio por cuidar el corazón. Nadie va a cuidar el corazón de uno como uno mismo y esta premisa no tiene fecha de vencimiento. Cuidar el corazón no es tenerle miedo al amor, es enamorarse de alguien que lo merezca, alguien que se gane nuestro romanticismo, así toque despedirse a cada rato de los que no lo hacen.  

Al final resulta que hacerse la difícil es ser igual a como eres tú antes de conocerlo a el. Hacerse la difícil resulta tan fácil como no hacerle espacio en tu vida sin que él se lo haga primero. Dile 'Ya te hablo que me estoy haciendo las uñas', 'No te hablé porque fui a ver si puso la marrana', 'Estoy muy ocupada espichando papel de burbujas, ya hablamos". Y como hemos entendido que el que quiere querer,  quiere; que el que quiere encontrar, busca; que el que quiere hablar contigo te va a llamar y el que te quiere ver te va a ver, nos evitamos todo el trabajo que nos dábamos para 'propiciar las cosas', cuando la verdad estábamos propiciando lo que no queríamos: un amor básico.    

El problema que todavía tengo entre las manos es aprender a hacer esas mismas cosas a puerta cerrada. Si me responde con un monosílabo yo no le contesto pero me duelen hasta los dedos, si lo mando para la mierda un pedazo de mí se va con el aunque sé que no iría a buscarlo, lo ignoro pero lo pienso hasta cuando no lo pienso.  Ese es el problema, cuidar el corazón a puerta cerrada. 



Sunday, March 2, 2014

Cosas insólitas: El mexicano de boyacá

Podría escribir un libro, si quisiera lo podría hacer, sobre las cosas insólitas e inauditas que a uno le pueden pasar con los hombres a cualquier edad, pero sobretodo a esta. Somos tan diferentes, nos faltan tantas coincidencias, buscamos cosas distintas pero ninguno de los dos sabe lo que busca. Somos torpes, lo hacemos todo mal, pero insistimos y así nos gusta, a la mala, a la brava.

Por ahora voy a hacer un resumen y poner, sin nombres propios, esas cosas que me han hecho preguntar si a mi me echaron un rezo o si alguien tiene una muñequita vudú con mi cara. 

1. El mexicano. Es el caso más reciente y cada vez que me acuerdo me muero de la risa. Me empecé a hablar por Whastapp con un man que conocí por cosas de trabajo y no pasó mucho antes de empezara a decir que algo era "chido". Ajá, CHIDO. Como en Rebelde, Luz Clarita, La familia peluche...  Al principio lo dejé pasar porque hay cosas peores a que un hombre utilice la palabra "chido". Con el tiempo amplió su vocabulario a "Hijole", "Güerita" y "Chingada". Yo sabía que el era boyancense, pero igual hice la pregunta obligada:  


- Tu viviste en México o tienes familia Mexicana? Lo digo porque siempre hablas como medio mexicano jaja.
- Jajaja me crié con mexicanos como hasta los 8 años. Te molesta??  
(Cuando parecía tener una explicación lógica me dí cuenta que eso habría sido hace 15 años) 

- Es en serio?? Cuéntame... Vivían contigo? 
- Amigos de mi abue y mi pa que tenian fincas y unos señores amigos de mi ma cuando ella trabajaba en la caja agraria. . 
(Ese hombre necesita revisar el significado de la palabra 'Criar')

-  jajaja que chévere. Perdón, que chido. 

Y de ahí en adelantecada vez que utiliza ese vocabulario le digo " Chido? No entiendo." el corrige y dice "chévere" y me hago la pendeja porque si no tolero paisas ni argentinos falsos que tienen acentos totalmente deli menos me voy a aguantar a un boyacense que se cree mexicano. Es que no hay derecho! 

Ese mismo personaje, con el que al fin y al cabo solo salí dos veces y ni siquiera nos dimos un beso, un día me dijo la siguiente frase conmovedora, directo a mi corazón y la ganadora en las cosas más PELMAZAS que me han dicho en la vida: 


















A lo que yo obviamente respondí con una cara feliz :), porque no hay mejor manera de sortear esas cosas.   

No me malentiendan, yo no tengo NADA en contra de las cosas cursis y poéticas, es más yo soy vergonzosamente cursi,  pero me parece que hay que decirlas porque significan algo, no para que el tipo se sienta poeta y ya. Además uno siente y uno sabe en que momento de la 'relación' está, si uno apenas está saliendo o empezando, dedicar canciones muy cursis o hacer esas metáforas de que 'quiero que seas como un libro', pues no. NO Y YA. 




Bienvenida a los 23

Hace 4 meses cumplí los 23, pero parece que me acabé de dar cuenta. Además, me entró esta urgencia de escribir a falta de la urgencia de hablar y aquí estoy, con todo este espacio en blanco que no está ansioso por ser escrito porque la ansiosa soy yo, y el lo sabe. 
Además estoy entuzada, creo que eso explica más que todo lo que acabo de decir el porqué estoy aquí. Ese es el defecto fatal, y tal vez el único, de la juventud: la imperiosa necesidad de relacionarlo todo con el amor. Aunque mi concepto del amor sea muy vago y amplio, ya que amo casi cualquier cosa, puedo decir que me siento enamorada de verdad, como se enamoraría la gente a la que le cuesta trabajo.  Me enamoré de lo que yo era, de los sueños que tenía, del hombre que conocí, de la manera como entró en mi vida, de lo que imaginé que seríamos, me enamoré de mi familia, de la profesional que era y de sentir el mundo en la palma de la mano. Y no se si cuando perdemos algo empezamos a ver que no tenemos nada de lo que creemos, que todo si es tan malo como parece y que el mundo no puede estar en la palma de nuestra mano sólo porque no hacemos parte de el. 

Pero tengo 23 para estar tan fatalista, el número de la suerte de mi hermano, el número de Nathan en One Tree Hill, y ya que le pondría todo en la ruleta al 23 rojo, hoy me apuesto todo a mí. Aunque no sepa porqué estoy acá ni sepa nada, en general.