- Tu siempre has querido un super héroe y yo siento que ya no te puedo rescatar.
A la triangulación de nuestros ojos con el espejo se le suma un silencio profundo de esos que no se rompen con el ruido. Un perro ladra de fondo, los carros pitan abajo, el vecino de arriba está escuchando a Julito Deschamps, el reloj de la sala retumba y aún así estamos en un silencio rotundo.
- Yo sé - Le respondo.
No se que más decirle, no quiero escuchar lo que me va a decir ahora y pienso en el acondicionador, en el olor de las flores y en el efecto de la inflación en los productos de belleza.
No se que más decirle, no quiero escuchar lo que me va a decir ahora y pienso en el acondicionador, en el olor de las flores y en el efecto de la inflación en los productos de belleza.
- Si no me voy ya te voy a odiar.
Lo dijo, y yo no pude evitar escucharlo.
Volteo y lo veo lánguido y expectante, como siempre. Lo veo igual a cuando lo conocí pero con un halo de tristeza que le inunda toda la cara. Un halo que no puedo evitar pensar, le regalé yo.
- Bueno. Haz lo que tengas que hacer.
- No me vas a decir nada?
- Y ¿qué quieres que te diga?
- No sé. Que te importa.
- Si te digo que me importa, ¿te quedas?
- No
- Y si te digo que me muero, ¿te quedas?
- ¿Te vas a morir?
-No.
- ¿Entonces?
- Entonces ¿qué?
- No me vas a decir nada?
- Y ¿qué quieres que te diga?
- No sé. Que te importa.
- Si te digo que me importa, ¿te quedas?
- No
- Y si te digo que me muero, ¿te quedas?
- ¿Te vas a morir?
-No.
- ¿Entonces?
- Entonces ¿qué?
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