Friday, April 21, 2017

El día después de la guerra

Me acuerdo perfecto: Yo tenía 13 años y estaba viendo No te rindas Salomé en RCN cuando interrumpió una emisión extraordinaria de Último Minuto con la noticia del atentado al club El Nogal. Me acuerdo incluso de la musiquita: tun tun tun tun tururururun.  Las imágenes llegaron como ráfagas pero quedaron estáticas para siempre en la memoria de esa parte del cuerpo que sirve para soportar vivir en el país en el que uno nació. En el noticiero contaron que los vecinos del sector habían puesto colchones en el piso al rededor del edificio para que quienes estaban adentro pudieran saltar y huir de las llamas hacia el piso: No era poca la valentía que les estaban pidiendo y sin embargo se veían las siluetas en la noche saltar. Los carros incendiados en el parqueadero; me acuerdo perfecto. Los señores de traje con el pelo pintado de blanco y de polvo, corriendo de la sangre que les caía encima como queriendo huir de sí mismos, como queriendo salirse de sus propios cuerpos y correr a otro país, a otro continente, a otro universo si era posible. Pero en el mismo plano, en el de los vivos.

Esa vez, aún con lo alejada que podía estar de todo eso sentada en el borde de la cama de mis papás, fue la primera vez que le dí algo a la guerra. Yo le dí el miedo y con él, el poder de decidir por mi.  La verdad es que me salió barato. Me puedo hacer una idea de mi buenaventura cuando veo lo barato que yo, desde mi posición privilegiada, he sacado el conflicto.Pero no ha sido igual para muchos. El conflicto ha sido caro, lleva 54 años saliendo caro, y no sólo por los 27.7 billones anuales en el presupuesto nacional, sino por toda clase de bienes materiales e inmateriales que los ciudadanos del común, pero sobretodo las víctimas, le han ido pagado en un gota gota incalculable.

Con el acuerdo que se firmó el 16 de Septiembre, ví a las víctimas (a un grupo significativo de ellas) diciendole SÍ a la paz, a pesar de todo, y me pareció más absurda que nunca esa oposición de sofá. Cuando se proclamó el cese all fuego bilateral, yo no sentí la diferencia. Por la mañana fui a trabajar como siempre, y en la tarde volví a mi casa como siempre. ¿Ven la importancia de escuchar a las víctimas? Ellas sí escucharon ese silencio y quizás por primera vez en mucho tiempo, pudieron ir a trabajar como debió ser siempre y pudieron volver a casa, como debió ser siempre. Después de las víctimas no hay nadie. Si las víctimas dicen que SÍ nosotros tenemos que hacer coro con ellas, nada más. No es el momento de pensar en nosotros, es el momento -si no es que todos los son, o deberían ser- de pensar en TODOS nosotros. En Colombia hoy no sólo se ratifica la paz sino que nace un pensamiento colectivo que no  habíamos conocido antes, que nos deja la sensación de que juntos podemos tener logros palpables, de que no somos un país de mierda, de que ese imaginario de Colombia como un país que se queda corto es parte del pasado.

Durante décadas a la guerra en Colombia se le han dado toda clase de bienes materiales e inmateriales. Le han dado infancias y casas de campo, hijos, hermanos, animales y millones de navidades. Le han dado la libertad de vivir sin drogas y frases infinitas desde "buenas noches" y "feliz cumpleaños" hasta "eres lo mejor que tengo en mi vida". Todo eso que debieron haberle dado a la vida en vida, se lo dierion a la guerra en la muerte. Es que ha sido tanto lo que le hemos dado a la guerra, en alma y en cuerpo, que estuvimos rozando el límite de quedarnos sin nada más para entregar. Pero gracias a doña Mechas hoy tenemos una oportunidad para dejar de alimentar ese monstruo grande que pisa fuerte, como diría Mercedes (otra Mercedes); y convertir la guerra en un recuerdo para la memoria histórica de este país. Pero no es un recuerdo de esos para olvidar, no es una tusa adolescente ni una mala hora en una sala de espera. La guerra es un recuerdo que hay que mantener presente para aprender, tal y como hacen los niños cuando se queman o como hacemos todos con las lecciones más importantes que han traído consigo los arrepentimientos más insoportables de nuestra vida íntima. O como Alemania, que toda ella es un monumento a la promesa de la 'No Repetición', que sigue aprendiendo que a la guerra hay que dejarla morir pero al recuerdo no.
No olvidar todo lo que ha pasado es la base para construir sobre los restos de nuestro propio dolor histórico la certeza de nunca tener que vivirlo de nuevo.

"La paz no es utopía, es un derecho legítimo de cada ser humano". A partir de hoy los colombianos empezamos a ejercer ese derecho.